ELLA
Nya
No
hace tampoco mucho tiempo, ni sucedió en una tierra lejana; ella, vivía en la
realidad, ella hacía todo lo que una persona normal hacía.
Un
día, ella escuchó algo que la cambiaría para siempre; ella escuchó a unas
personas hablar sobre los sueños, ella no sabía de lo que hablaban, nunca había
oído hablar de ellos, pensó "vaya estupidez", pero lo que pasó esa
noche nunca podrá borrarse de ninguna memoria. Ella se preparó para ir a
dormir, leyó un poco antes de ir a acostarse y, efectivamente, se acostó.
No
pasaron ni cinco minutos cuando ella se dio cuenta de que ya no estaba en su
dormitorio, ni en ningún lugar que ella conociera. Todo estaba cubierto de
vivos colores, cosa que la sorprendió mucho, puesto que su monotonía constaba
de escala de grises. Ella preguntó qué era ese lugar, pero... ¿Quién podría
responder mejor que ella misma? Al fin y al cabo, ella se encontraba en sus
sueños.
Ella
exploró ese extraño lugar, que cambiaba su apariencia a placer, durante horas;
hasta que se encontró con un espejo. En él estaba reflejada la imagen que ella
veía de sí misma, gris, real, normal...
Su
reflejo hacía lo que ella hacía, la imitaba, pero en un momento del tiempo, el
reflejo se alejó de ella y dijo con expresión seria aunque con un brillo de
terror en la mirada: "etnaleda sagis on" y desapareció como si nunca
hubiera estado allí, dando paso a una puerta de un color nunca visto por ella,
con un plateado picaporte, mágico a su vez.
La
puerta la atraía como nunca antes la había atraído nada en su gris vida. Ella
no era una persona curiosa, pero ese lugar era realmente sorprendente y
extraño, por lo que quería explorar de él lo máximo posible. Iba a tocar el
picaporte de la puerta cuando su monótona y gris alarma sonó. Las 8 am.
Ella
no dejaba de pensar en lo que había sucedido esa noche, y esperó con ansia el
final del día.
Al
acostarse y cerrar los ojos se transportó al mágico lugar de la noche anterior,
pero ahora era más impresionante que la última vez. Pasadas las horas, ella se
encontró con la puerta. Llegó a sentir el tacto frío y metálico del plateado
picaporte, pero otra vez la gris realidad reclamaba su presencia en un mecánico
sistema en el que nadie es libre y cada persona cumple su función.
Ella
seguía esperando que, al final del día, ese mundo tan impresionante pudiera
seguir ahí. Y cada noche, allí estaba. Cada vez más cerca de la puerta hasta
que la realidad la despertaba; ella vivía para soñar. Gran error, los seres
humanos no vivimos para soñar, soñamos para poder vivir mejor.
Ella,
con el paso del tiempo, se fue olvidando de ese mundo mágico y de todas las
maravillas que este contenía; hasta que un día, años más tarde, ella volvió, como
cada día solía hacer, al mundo de fantasía. Llegó a la puerta, tocó el frío y
metálico picaporte, y la alarma no sonó, abrió la puerta, pero tampoco la
despertó nada. Y finalmente, la atravesó...
Ella
soñaba igual que todos soñamos, ella se adentró en sus sueños, al igual que
todos hacemos; nosotros despertamos cada día, ella no lo hizo aquella vez.
Igual que nosotros no podemos entrar en sus sueños, ella tampoco puede salir.
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