jueves, 17 de noviembre de 2016

HIELO. Narrativa. 1º Bachiller





HIELO

Hoy me he vuelto a despertar sin darte los buenos días, y he de decir que mis sábanas se siguen arrugando de la misma manera que lo hacían antes. ¿Recuerdas aquella vez que despertamos sin nada más que el colchón bajo nosotros?¿Cuando lo único que nos importaba era mantenernos abrazados como si el otro fuera a desaparecer al día siguiente? El tiempo pasa de una manera fugazmente lenta, si, es algo contradictorio, pero lo contradictorio está muy presente ahora para nosotros. Hace casi un año, y parece más que una vida entera, desde que decidí no buscarte más, hace casi un año desde que no he vuelto a escuchar aquel precioso sonido que acechaba entre los pasillos cuando te encerrabas con tu violín en aquel cuarto. Hace casi un año desde que no he vuelto a escribir más palabras sobre un papel ni pintado ni una línea de rojo sobre aquel pequeño lienzo que está en la habitación que construimos juntos. Esa, si. Aquella en la que nos escapábamos del mundo.
Fue, si no mal recuerdo, un 29 de Febrero aquel en el que, sentado sobre la silla del salón y con la mirada en Dios sabe que planeta, me dijiste con aquellas palabras afiladas “Necesito tiempo”. Y así, en gran recibimiento de aquellas, fue como fui cayendo en mil pedazos sobre la pequeña alfombra sobre la que estaba la mesa en la que te apoyabas. 29 de Febrero. ¿Bonita fecha verdad? Próxima ya la primavera y pasado San Valentín, aquel último que no celebramos. Tiempo. Normalmente se le estima a un espacio temporal, no muy largo, pero cuando este pasó conseguí darme cuenta de que realmente no era ese tiempo el que pedías, más que tiempo querías eternidad y más que espacio para pensar querías una distancia como la del Sol a Plutón. Que difícil se hizo aquel momento, ni tú sabías lo que hacer ni yo cómo moverme, y así fuiste acercándote a mí, con esa sonrisa quebrada que tanto adoraba, con esa que ya no significaba lo mismo para nosotros. “Siempre estaré ahí cuando me necesites” me dijiste mirando tranquilo como me quebraba en mil pedazos por dentro, mientras me secabas los pulmones y me los arrancabas de cuajo. “Siempre te necesito” fue lo que contesté, pero como si un sordo fueras lo ignoraste y te dirigiste hacia el sofá que estaba frente a la chimenea, llameante como si intentara quemar el hielo que había entre nosotros e impotente porque muchos pequeños ladrillos de por medio le impedían hacerlo. Cogiste tu chaqueta de cuero negro y sin siquiera dirigirme una mirada saliste por la puerta llevándote contigo todas mis razones para sonreír. Y así fue como se fue la llama, así fue como regresó el hielo, ese del que apenas me acordaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario