RELATO
Si
echamos vista al pasado, se nos vienen a la mente miles de recuerdos, pero mi
recuerdo es de tan solo hace cuatro meses, cuando me encontraba de vacaciones
en Galicia con mi familia. Fue ahí, ese día, cuando pude comprender del todo su
vida, su sentimiento caballista.
Jamás
podré olvidar esas vacaciones por dos razones, la primera, obvia, lo increíble
que es estar rodeado de los tuyos; y la segunda esa conversación de horas con
él. Nunca la había tenido, y fue ahí cuando mi padre, me hizo ser mayor; estábamos
teniendo una conversación de adultos, en la que yo boquiabierta comprendía todo
su esfuerzo estos años, toda la ilusión que siempre le ha echado a la vida y
las ganas de innovar y comerse el mundo que nunca nadie le había quitado.
Una
de las mil cosas que hablamos fue de mi niñez, en la que él me contaba la
ilusión que desde el primer día había tenido hacia mí. Me confesó que en estos
últimos años había conseguido todo lo que un día había soñado de pequeño; ahora
se encontraba con la mujer de su vida, su confidente, su compañera, y los
frutos de ese amor verdadero, sus hijos, mi hermano y yo. Al principio me hacía
gracia la situación, pero con el paso del tiempo la he ido comprendiendo.
Supongo
que no debo suponer, pero no me queda de otra. Alguna vez todos hemos tenido
esa sensación de querer dar las gracias y al mismo tiempo tener un nudo en la
garganta que te destruye la situación y no te deja expresarte como tu hubieras
querido o mejor dicho, sentido.
A
mi, me paso ese día. Sin imaginarlo nos metimos en una conversación de horas y
de confesiones que jamás antes me habría decidido a tenerla con el. Me comentó que
aunque no lo creyera, el un día también tuvo esos problemas que convertían lo
blanco negro, pero que la única solución que hay es afrontarlos con una sonrisa
y dejar pasar el tiempo. Hablamos de mi, me habló que él junto a mi madre
siempre iban a estar por y para mi, que no dudara de su amor nunca. Pero en
realidad lo que nos quitó un par de horas, fue su vida en el mundo caballista.
Lo primero que me dijo y que jamás olvidare fue que se sentía muy agradecido
con su padre pero la principal razón era por haberle transmitido ese
sentimiento caballista, del que hoy se siente orgulloso. Me confesó que la
noche del dos de mayo no puede pegar ojo, yo como boba le respondí que eso les
pasa a la mayoría de caravaqueños así que dejará de hacerse el interesante, y
me dijo que algún día llegaría a entenderlo.
Desde
entonces no ha pasado ni un solo día en el que no haya pensado en esas últimas
palabras.
Tan
solo tengo 16 años, pero os puedo prometer que desde mi primer día he estado
involucrada en este festejo, simplemente por el simple hecho de llevarlo en mi
sangre. Decidí ponerme en su piel y entonces fue ahí cuando lo comprendí
absolutamente todo. Fue sencillo solo tuve que recordar y pensar con la madurez
de hoy.
El
primer recuerdo fue de hace bastantes años, nos encontrábamos a principios de
abril y como de costumbre yo iba a visitar a mi abuela; cuando entré por la
puerta un olor a cola se apropió de mi, no entendía porque estaban haciendo
manualidades mis abuelos, pensaba que eso solo eran cosas de niños. Ahora lo
sé, tan solo estaban terminando el manto de nuestra querida peña, jamás he
visto a nadie ponerle tanta ilusión, ganas y sentimiento a un simple bote de
cola. El segundo recuerdo no es de hace tanto, recuerdo la gran vía llena de
caballos, la gente saltando detrás de mi , y mis familiares llorando; por esos
tiempos pensaba que el salir de amazona era algo divertido por lo cual no había
que llorar. Pero como dice el refrán “el tiempo nos lo explica todo”.. Ahora entiendo
que fue algo muy emotivo para todas las personas que veían una vez más, mi
sueño cumplido. El último recuerdo es de ver a mi abuelo para un lado y otro,
con ojeras todo el mes de abril y no respirar tranquilo hasta el 6 de mayo.
Supongo que eso pasa generación tras generación y es aquí, papá, donde te he
podido comprender. Ahora se que tu el día 2 de Mayo no duermes, pero sé que no
es por ganar o no ganar, sé que es por los nervios de esperar que todo salga
bien, que nadie salga herido y sobretodo poder ver al abuelo con la sonrisa de
oreja a oreja al ver a su “Soberano” aún en la calle.
Es
hora de deshacer mi nudo de la garganta y poder darte las gracias por hacer que
el día dos me tenga que tomar una tila por los nervios, por haberme cumplido
mis sueños caballistas, y más que nada por haberme ayudado a crecer tanto en
este mundo como en la vida en general.
Gracias
por haber estado, por estar y porque sé que estarás.
Un
día, les hablaré a mis hijos con los mismos valores que tú hoy tienes, porque
te prometo que voy a seguir tus pasos, y tu huella no se borrará o al menos para mí.
¡Te
quiero!
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